|David
Espino|
El
reportero de Tierra Caliente Israel Flores escribió el sábado 25 en
su muro de Facebook:
“asesinaron al conocido altamiranense Enio García Pineda en su
negocio. Ayer (es decir, el viernes) solicitó seguridad y hoy se la
cumplieron”. El post tuvo 45 comentarios. Muchos con expresiones de
incredulidad; otros de miedo.
–Hasta
cuando los calentanos vamos a parar esto –escribió El
chino de Coyuca
y añadió–: Descanse en paz mi primazo Enio, que dios lo tenga en
la santa gloria.
Otro
comentario, de Danny Vega, fue catártico: “Nunca me ha gustado
comentar sobre estas cosas, pero la verdad ya estoy hasta la madre de
las cosas que están pasando en la región no sé si ustedes piensen
lo mismo. Pero me da mucho coraje y tristeza que asesinen a gente
como esta gente de trabajo; gente de honor y de orgullo para nuestra
región, como también lo fueron los señores Borja y muchísimos que
ustedes ya lo saben. Sólo les quiero desear pronta resignación a
sus familiares. En paz descanse gran amigo Enio, que dios te reciba
en su gloria”.
Enio
era un comerciante radicado en Ciudad Altamirano. Tenía una tienda
de ropa, Boutique Karina, y su fama llegó hasta Michoacán, porque
de este lado, en Guerrero, organizaba fiestas y noches de discoteca.
Un días antes de que lo matarán, Enio denunció que había recibido
amenazas de muerte. Policías del estado y soldados se dieron un par
de vueltas por el área. Israel Flores dice en una nota sobre este
crimen que los efectivos platicaron con él y luego se fueron. No le
dejaron ningún tipo de custodia. Menos de 24 horas después le
cumplieron la sentencia.
Israel vive en Ciudad Altamirano y además de ser reportero es paramédico, su actividad es muy cercana a los asesinatos porque, como nadie, es de los primeros que llegan a donde ocurren las muertes. Por eso, mientras se escribe este texto, casi a las 5:00 de la tarde del domingo, Israel publica en su muro: “Asesinaron con arma de fuego a uno en Santa Teresa, municipio de Coyuca de Catalán. Lo atacaron en una tienda. Se llama Israel Romero Sosa”. Luego, más abajo, con letras en gris un apunte al margen del robot de Face indica que el comentario se publicó “hace aproximadamente una hora”; es decir, alrededor de las 4:00 de la tarde.
La
violencia que vive Tierra Caliente mantiene con miedo a la población.
Los testimonios de levantados
casi en los ojos del batallón de infantería que está
destacamentado en el lugar, más 600 efectivos que llegaron el 3 de
febrero, son tema y crítica común.
–Altamirano
es un huevito. Una chingaderita que no tiene más que tres salidas:
la que comunica con Michoacán por el puente López Mateos, la que
lleva a Coyuca de Catalán y la que conduce a Tlapehuala. No hay
pierde –dice un poblador, más con indignación que con miedo–.
Escapar con un secuestrado;
no dar con quienes lo tienen, es ilógico. Igual pasa cuando hay una
ejecución en el centro de la ciudad, como se han dado muchas. No hay
pierde, el Ejército y las policías están coludidas con el narco.
Si en Acapulco y en Chilpancingo se puede usar la expresión: resurgimiento de la violencia, en Ciudad Altamirano no aplica el término. Acá siempre hay ejecuciones extrajudiciales, balaceras, enfrentamientos y levantados. Una sorpresa cae sobre otra entre los pobladores que ahora tienen –o buscan– a las redes sociales como válvula de escape.
El
jueves 23, por ejemplo, una mujer fue asesinada a balazos en su
negocio, El 13 Negro, una cantina con rocola y meseras que bailan con
los clientes que gustan de pagarles su compañía, y que está
ubicado a sólo 300 metros de la comandancia de la Policía del
Estado; a 150 metros de donde están las oficinas de la PGR y a poco
más de 50 metros de un hotel que agentes de la Policía Federal usan
como base alterna. María de la Luz García Coria, de 50 años, fue
la tercera mujer que mataron en febrero, mes en el que se han
registrado al menos 24 asesinatos.
Uno
por día, en promedio.
El
registro de estos muertos quedaría más o menos así:
El
22 de febrero, a pesar de que todos las corporaciones policiacas
llevaron a cabo filtros de seguridad en Altamirano, hubo un asesinado
y un herido a balazos. El muerto se llamaba José Antonio Vázquez
Maldonado, tenía 21 años y cuando le dispararon viajaba en una
combi del servicio público. Quien lo mató conducía una moto y
desde allí le disparó. El herido es Juan Carlos Amador Martínez,
de 27 años. Juan Carlos viajaba también en un pesero y estando
dentro le tiraron nueve balazos. Sólo tres le dieron, aunque ninguno
en órganos vitales.
Ese
mismo día 22, en el poblado Santa Teresa, de Coyuca de Catalán,
agentes reportaron un enfrentamiento a balazos entre civiles. No se
conoció si hubo muertos. A menudo, en este tipo de enfrentamientos
los grupos se llevan a sus difuntos y no hay manera de saber su
identidad. El 21 en la tarde, el chofer de un pesero de la ruta Las
Querenditas-Zócalo, Sabino Fuentes Jacobo, fue herido a balazos a un
lado de la catedral de Altamirano. El 19, Miriam García Rodríguez,
Jesús González Martínez y Francisco Cruz Hernández fueron
asesinados a balazos en la glorieta de la misma ciudad. Muy cerca
donde los mataron están instaladas las cámaras de seguridad de la
Secretaría de Seguridad Pública.
El
18 de febrero, un vecino de Riva Palacio, Isidro Parra Sanchez, fue
asesinado en las canchas deportivas La Independencia, en la colonia
La Costita. El 16 cerca del Hotel del Sol, en San Miguel Totolapan,
ejecutaron a un hombre que no pudo ser identificado. Ese mismo día
–en plena gira el gobernador Ángel Aguirre Rivero por la región–
a las 6:30 de la mañana asesinaron a balazos en la colonia Heberto
Castillo, en Altamirano, al hojalatero Víctor Mojica Peñaloza. Por
los disparos hubo otro herido, Alfredo Pañaloza Valle.
El
15,
Florencio Salazar Salinas, de 45 años, fue perseguido en la calle y
para buscar salvarse entró a un establecimiento de Estafeta.
Adentro, de todos modos, lo mataron. El 13 hubo tres ejecutados: el
primero, el taxista Barbarito Gordiano, del sitio Altamirano, con
taxi número 143, asesinado cerca a la tienda de autoservicio
Aurrera. El segundo ocurrió en la colonia Lomas del Valle: un chico
que iba en su bicicleta cuando fue asesinado a balazos. Le decían La
Chita,
se llamada Armando Alonso; y el tercero, Willy Díaz, hijo del
dirigente del PRD en Ciudad Altamirano, Senaido Díaz, asesinado en
su negocio, en la colonia Heberto Castillo.
El
11 de febrero una mujer fue asesinada a balazos en la avenida de
Altamirano, adentro de su vehículo. Tenía 26 años y se llamaba Ana
María Campos Duarte. El 8, Oscar
Eduardo Clavijo Olivares, de 19 años,
comerciante informal de papelería y ferretería fue asesinado en el
callejón Allende, que hace esquina con la calle Independencia. El 7
–cuatro días apenas del arribo de 600 soldados para reforzar el
programa Guerrero Seguro– hubo cuatro ejecuciones: tres en un lugar
cercano a Santa Rosa, primer municipio de Ajuchitlán del Progreso,
donde fue encontrada una camioneta con tres cadáveres dentro y cuya
identidad no pudo conocerse; y el cuarto, en Jaripo, municipio de
Coyuca de Catalan, un hombre de 60 años de nombre Isidoro García
Quintero.
El
4 de febrero, el comerciante de agua embotellada Martín Rodríguez
fue asesinado de seis balazos en diferentes partes del cuerpo. Los
sicarios llegaron a su negocio, Purificadora Calentana, y allí lo
acribillaron. Rodríguez fue detenido con droga dos veces por el
Ejército y las dos veces logró evitar ir a la cárcel. El 2, hubo
dos asesinatos: uno, Víctor Manuel Monárrez Alejo, de 25 años, en
El Tanque, municipio de Tlapehuala; y el otro, un mecánico de Ciudad
Altamirano, Jorge Rebollar Yáñez, de 30, ejecutado en Riva Palacio,
Michoacán. Ese mismo día, en Coyuca de Catalán, el Ejército
desmanteló un narcolaboratorio. No se informó si hubo
enfrentamiento.
Y el
31 de enero, a la 1:0o de la tarde, fue asesinado en su negocio
ubicado a unos metros del zócalo de Ciudad Altamirano, Martín
Fregoso Aparicio, de 32 años. Martín tenía una tienda de
abarrotes, y era quien vendía los periódicos y las revistas en la
ciudad.
A
pesar de todo, los calentanos, cuyas expresiones de preocupación se
pueden leer en las redes sociales como Facebook,
expresiones como “qué lastima, quién sabe cuándo pare esto y
cada día vivimos más con el Jesús en la boca, que de una u otra
forma estamos amenazados con callar, lo que vemos o decimos”, de
Alfonso Negrón, o unas de enfado como la de Esperanza Castillo
Pineda: “¿y los militares vienen de vacaciones y con gastos
pagados?”. A pesar de todo, los calentanos hasta se permiten echar
chistes de sicarios: “Llega un sicario calentano al infierno y le
dice el diablo:
–Tú
eres de los peores que hubo en la tierra... así que te vas al Quinto
Infierno.
Llega
entonces otro asesino serial, y también lo condena el diablo al
Quinto Infierno. Cuando abren la puerta para echar al condenado, se
escucha al fondo la voz del calentano diciendo:
–¡Cierren
la puerta, que hace frío!
Los medios informativos, en cambio, no se lo toman tan a la ligera. Algunos, como El Debate de los calentados, periódico para el cual trabaja Israel Flores, están temerosos y se sienten condicionados para informar sobre la narcoviolencia. En una entrevista con CNN en español, el director Juan Cuevas acepta ante la reportera Kruskaya Alice, que en su periódico tienen que pedir autorización a los narcotraficantes para poder publicar cierta información.
–Nosotros
no utilizamos, para no ofender a nadie, la palabra sicario; no
utilizamos delincuencia organizada; no utilizamos nombres de
personajes. Sólo nos dedicamos a informar de los hechos. Hay
ocasiones en que sí logramos convencerlos para que nos permitan
publicar lo que hemos encontrado a la vista. Gracias a esto podemos
seguir sobreviviendo –dice Cuevas en la nota de la reportera
estadunidense que puede consultarse aquí:
Del peligro ante los asesinatos violentos relacionados con el narcotráfico y su labor de informar, Cuevas dice que sólo los “está dividiendo la pared” y por eso es que “no podemos correr ese riesgo de confrontarlos y desobedecer, porque ya no estuviéramos en este mundo. Ya estuviéramos tres metros bajo tierra”. Unos segundos antes de esta declaración Kruskaya que no viajó a Tierra Caliente sino que entrevistó al director de El Debate vía Skype– acota: “a sus 38 años de periodista, Cuevas dice que su método de sobrevivencia no admite críticas, porque aquí no hay autoridad que los proteja”.
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