Mezcal con café y los antojos de Lila Downs



|David Espino|



Lila se contonea. Canta. Pero no canta sólo con la voz. Canta con el cuerpo, con sus gestos. El público la sigue desde el butaquerío, contagiado por el ritmo. Festeja. Aplaude.
Todos bailan La cumbia del mole.
Cuentan que en Oaxaca, se toma el mezcal con café, / cuentan que en Oaxaca, se toma el mezcal con café. / Dicen que la hierba le cura la mala fe, / dicen que la hierba le cura la mala fe…
Los músicos provocan la euforia de esta masa que suda y canta… y sin mezcal en la barriga.
–¡Y yo en mi juicio. Sin unos mezcales adentro, chingao! –grita uno desde las butacas de atrás, y sus compañeros sueltan las risotadas. Gustosos.
–¡Pero a la salida! ¡A la salida! –promete otro de ellos.
Entonces se piensa en el mezcal, en el de gusano, con su sal y su limón. La saliva se hace agua y se antoja un buen trago.
Lila sigue cantando.
Su voz plena llena el auditorio estatal Sentimientos de la Nación. El ritmo guapachoso se mezcla con los sentidos, se mete por los poros y convierte a este escenario de nombre tan solemne, recién inaugurado en Chilpancingo, en un gran salón de baile donde nadie se queda sentando hasta que el acordeón, las guitarras y los saxofones dejan de sonar. Entonces Lila se despide. El público grita.
–¡Lila, Lila, Lila!…
Las luces del escenario se apagan.
–¡Lila, Lila, Lila! –sigue la ovación.
Lila no aparece… pero esto aún termina.

Desde que se supo que Lila Downs vendría Chilpancingo, una capital donde nada ocurre, salvo la violencia desolladora de los narcos: levantonesejecuciones, destazados (en el Forense hay 51 cadáveres, o partes de éstos, que nadie ha reclamado); desde un día antes, el 21 de octubre, que se sabía que ya estaba aquí y que sus músicos instalaban sus instrumentos y ensayaban, Lila fue un respiro de aire fresco, diferente al tufo de los muertos.
Por eso, cuando sonó la primera guitarra, la gente se levantó de sus asientos y Lila entró, aclamada. Vestía de Tehuana, con colores chillantes de los que usan en su atuendo las mujeres mixtecas de su tierra, Oaxaca, para destacar su sangre indígena heredada de su madre.
El respiro de la gente, la catarsis, fue también por el disco que anda promocionando:Pecados y milagros. “Porque es un pecado y un milagro vivir en México con esta violencia”, dijo desde el escenario, en una breve pausa para hablar de su nuevo material y fue aplaudida en señal de aprobación. En señal de compartido dolor.
Lila vino a arrancar sentimientos de todo tipo. Sobre todo de gusto y baile pero también etílicos, como el de los de la fila de arriba. Y cómo no. Desde que arrancó la música, actuó con alevosía. No se puede venir a Chilpancingo a cantar Mezcalito nada más porque sí, una ciudad con un fanatismo declarado por esa bebida, donde cada jueves de pozole llueve mezcal.
Y vaya que lo hizo:
Gota, gota, gota, gota, gotita de mezcal / gota, gota, gota, gota, gotita de mezcal. / Dicen que tomando pierdes la cabeza y el dinero / dicen que tomando pierdes la cabeza y el dinero, / pero a mí me crece el pecho con ese mezcal del bueno, / pero a mí me crece el pecho con ese mezcal del bueno…
Lo hizo y se lo festejaron. Además, antojó a todo mundo cuando antes de cantarla, recién llegada al escenario, abrió una botella, dijo “salud con esta bebida sagrada” y le dio un sorbo grande, frunció el ceño y entonces se arrancó. El fuego que se prende desde muy dentro de las entrañas al primer trago de mezcal, fue el mismo que se encendió con los primeros acordes, mezcla de ska y sonidos muy costeños como la chilena.
(…) Cantaba y lloraba de tanto tomar / cantaba y lloraba de tanto mezcal. / De pechuga mezcalito, mezcalito de maguey. / Para todo mal mezcalito, para todo bien también…
La canción rompió, desde las 8:45 de la noche y hasta 10:10 que terminó el concierto, con todo afán de formalismo de algunos funcionarios del gobierno del estado que se aparecieron sin conocer mucho de ella, nomás porque se supo que el gobernador Ángel Aguirre Rivero asistiría y querían placearse junto al jefe. Así pareció que le ocurrió al encargado de prensa, Pedro Julio Valdez Vilchis, porque se sentó hasta adelante y mandó apartar casi toda esa hilera. Sólo él, su compañera y cuatro funcionarios la usaron. El gobernador no llegó.
Y qué bueno.
Lila bailó La Iguala, un son jarocho al ritmo de arpa. Se retorció como este reptil tan feo y tan sabroso a la vez.
Una iguana se cayó de arriba de una escalera, / del porrazo que llevó se lastimó las caderas. / ¿Iguana mía para dónde vas? / “Que voy para el pueblo de Soledad”. / Será mentira o será verdad, / que en ese pueblo no hay novedad, / que si lo hubiera, casualidad. / Si será tan fea, / qué iguana tan fea, / que si sube a un palo, / el árbol se afea…
Entonces se tiró al piso imitando el andar de la iguana y el público gritó eufórico, sobre todo aquéllos hombres en busca de mezcal para ponerse a tono, mientras que el paraguayo Celso Duarte seguía ejecutando el arpa con maestría.

No dio tregua. Lila cantó, tocó y bailó a gusto. Mantuvo parado a todo mundo durante las cumbias, los sones y los corridos como La Cucaracha, muy a su estilo, con mezclas del rap y folk. Puso melancólicos a otros cuando interpretó canciones como Laila o La llorona y hasta hubo lugar para el desconcierto (se notó por el silencio de la gente) cuando anunció un tema de Álvaro Carrillo pero cantó un cover, Tu cárcel, una canción de Marco Antonio Solís, el ex líder del grupo Los Bukis.
Interpretó 14 canciones y parecía que en cada una la bullanga llegaba a su límite. Y no. Al contrario. Como cuando se echó la de El feo, con la que se dieron gusto para bailar desde los asientos y con la que dio gusto a aquéllos que la querían oírla cantar en zapoteco.
Si te hablan de mí, muchachita / si te hablan de mí en tu presencia, / diles que yo soy tu negro santo / diles que yo soy tu negro santo. / Yo soy un feo, un feo que sabe amar / con todo su corazón, que te quiere de verdad…
Y claro, las del estribo. La cumbia del mole, que cantó después de la primera despedida y el clamor para que volviera.
–¡Lila, Lila, Lila!
Cuentan que en Oaxaca, se toma el mezcal con café, / cuentan que en Oaxaca, se toma el mezcal con café. / Dicen que la hierba, le cura la mala fe, / dicen que la hierba, le cura la mala fe.
Lila regresó y la fiesta regresó con ella, interminable. Pero volvió a irse junto con sus sonidos, y esta vez parecía que en definitiva.
–¡Lila, Lila, Lila!…
Las luces del escenario se apagaron.
Su esposo, el saxofonista Paul Cohen, regresó y la llamó desde el centro del escenario. Entraron otra vez todos y se arrancaron con La llorona, una clásica mexicana con la que Lila recorrió todos los matices de su voz, en especial los agudos para emular el llanto de la desdichada. No intentaba irse por tercera ocasión cuando se oyó un grito. De todos, al mismo tiempo:
–¡Arenita azul! !Arenita azul! ¡Arenita azul!
Y Lila todavía tuvo aliento para complacerlos.

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