[David
Espino]
Nunca
antes la entrada de Ciudad Universitaria había lucido con tantas
emociones juntas. Nunca con tantas emociones genuinas de jóvenes
dispuestos a cambiarlo todo. Nunca antes con tantas emociones juntas,
genuinas y arrebatadas de chicos que saben que pueden tomar el cielo
por asalto. Fresas, clasemedieros, estudiantes sin varo para bien
comer en el receso. De todo se juntó el 30 de mayo en CU de
Chilpancingo.
La
convocatoria fue hecha por tuiteros y feisbukeros, y aunque en un
principio se tomó con cierto escepticismo, los chicos de la
generación del Internet y la banda ancha, los chicos
hiperconectados, que gozan ahora del don de la ubicuidad, tuvieron el
suficiente poder de convocatoria para que llegaran unos mil a gritar:
“¡El que no brinque es Peña, el que no brinque es Peña!” y,
“¡Gaviota, Gaviota, tu esposo es un idiota!”.
Los
gritos –que no consignas– iniciaron en CU con tono de fiesta, y
aunque la marcha después se dirigió hacia la alameda Granados
Maldonado y al zócalo de la ciudad, quizá fueron arrastrados por el
viento, llevados por la avenida Trébol Sur, revolotearon luego en
una leve ventolera en la estatua del ex gobernador José Francisco
Ruiz Massieu y subieron por la calle que tiene su nombre hasta las
oficinas del Comité Directivo Estatal del PRI.
Ahí
quedaría el eco de #Yo soy 132, versión Guerrero: “¡Peña,
entiende, el joven no se vende!”
A las 4:30 de la tarde el acceso a Ciudad Universitaria estaba casi vacío. Apenas media docena de chavos pintaban con plumón cartulinas con leyendas de rechazo al duopolio televisivo que representan Televisa y TV Azteca, y en rechazo al retorno al pasado autoritario y corrupto que representa el PRI y su candidato Enrique Peña Nieto. El tráfico seguía su marcha monótona y ruidosa, mientras que el sol amenazaba con quemar la cara de todo aquel que se atreviera a hacerle sombra.
CU
fue el punto estratégico para reunirse. En este sitio están casi
todas las escuelas superiores de la Universidad Autónoma de Guerrero
(UAG): Ciencias Químicas, Derecho, Economía, Ingeniería y
Filosofía y Letras. Ciencias de la Comunicación y Arquitectura
están cada cual en puntos distantes aunque no por eso se excluyeron.
Lo que es más, fueron las chicas de la Uacom –antes llamada Ecco–
las que muchas de las veces, durante la marcha, tomaron el control de
las arengas y los gritos.
Bastaron
20 minutos, de las 4:40 a las 5:00 de la tarde, para que se viera de
qué envergadura sería el contingente de chavos irreverentes, de
pelo chino unos, con gafas de sol o de miopía otros. Otros más
lacios y blancos y morenos, con barba incipiente, con caderas (las
chicas) florecientes y todavía con granos de la pubertad en la cara.
Diferentes todos, gordos y flacos, ricos y pobres aunque con algo en
común, todos, eso sí –o al menos aquellos a los que se les
preguntó– con credencial de elector que usarán en contra de Peña
(o del PRI, que al final son lo mismo) el 1° de julio.
En
esos 20 minutos se armaron los grupos, se festejó el encuentro
dispar pero homogéneo, se pusieron rolas de Molotov que sonaron a
himno, sobre todo el estribillo aquel que dice “...yo por eso me
quejo y me quejo / porque aquí es donde vivo / yo ya no soy un
pendejo. / Que no guachas los puestos del gobierno / hay personas que
se están enriqueciendo...”, que un par de chicos morenos y
regordetes con buena pinta de raperos hicieron sonar desde una
mochila acondicionada con bocinas, al estilo vendedor de discos
pirata del Metro del Distrito Federal.
En
20 minutos llegó de todo: reporteros, agentes de gobernación que
reportaban por radio cómo iba llegando la chaviza y dictaban las
leyendas de las cartulinas; profesores que entraban y salían en sus
autos y de quienes no se oyó, ¡no se oyó!, un “vamos,
muchachos”, y qué mejor, para que al final de todo no se pensara
que algún grupo político de la UAG estaba atrás del movimiento.
(Aunque no estuvo a salvo del todo. Una media docena de asistentes,
sobre todo adultos, llevaban playeras con un logotipo extraño, no
del movimiento #Yo soy 132, y cuando se les preguntó el origen, una
chica dijo que pertenecían al grupo político de David Jiménez
Rumbo, aunque, o bien se las quitaron o bien se disolvió, porque
después ya no se les vio).
En
20 minutos llegó, también, el júbilo y el sueño de los cientos de
jóvenes animados por ese movimiento nacional, inédito desde 1968,
de estudiantes propiciado por los alumnos de la Universidad
Iberoamericana, desde aquel viernes negro de Peña Nieto, en el que
ante la presión no le quedó de otra que aceptar su responsabilidad
en los hechos violentos de San Salvador Atenco, y cuya soberbia le
valió salir huyendo con el grito de “¡Asesino! ¡Asesino!”,
atrás de él.
En
20 minutos se hizo todo esto, se habló de todo esto. Se tomaron
fotos, esas fotos de poses extrañas que se toman ahora los chicos y
que luego inmortalizan en el Twitter y el Facebook; se rieron con un
hombre disfrazado de Miguel Hidalgo y de quien primero se pensó que
estaría algo chiflado; pero no. Explicó, a quien le preguntaba, que
viene de lejos y que ha recorrido el país para hablar de la vida y
obra del cura iniciador de la Independencia, y luego posó con una
mano en alto y el estandarte de la virgen de Guadalupe en la otra, en
cuantas fotos le fueron solicitadas. Después aguantó sus botas
altas con estoicismo, durante todo el recorrido.
En
esos 20 minutos, se armó, pues, la marcha #Yo soy 132.
“¡Adelante, chavos!”, gritó un muchacho de granos en la cara desde un altavoz que llevaba colgando en su espalda. Pasarían apenas de las 5:00 de la tarde cuando los chavos salieron del acceso principal de CU, tomaron la avenida Lázaro Cárdenas y entonces, cuando los automovilistas y choferes les abrieron paso mediante una patrulla de Tránsito atravesada en la vía, se notó su amplitud y convocatoria. Tres chicas llamaron en especial la atención porque sobre sus cabezas llevaban cajas de cartón que emulaban televisores con críticas escritas en la parte de atrás dirigidas a la mediocracia imperante en el país.
Fue
una marcha insólita en fondo y en forma. Primero, porque aunque la
gente de a pie no la acompañó, decenas estuvieron atentos a su paso
en las puertas de sus comercios y de sus casas. Aun en muchos lugares
les aplaudieron y hasta los automovilistas tan enfadados por este
tipo de manifestaciones, sonaron sus cláxones en señal de
aprobación y solidaridad.
Segundo,
porque en efecto no parecía una marcha de protesta; parecía en el
mejor de los casos una caravana de chicos festejando el día en que
se decidieron salir a las calles para gritar que son más de 132, que
piensan, que leen, que están informados y que la política y las
elecciones ya no les será, nunca más, indiferente ni será sólo
cosa de adultos encorbatados con aires de intelectuales. Y para
gritar, también, el tipo de democracia a la que aspiran: con
información confiable, con medios informativos imparciales y con
políticos respetados y honestos.
De
ahí quizás las arengas:
“¡Loret,
de Mola, pícate la cola!” o, “¡No somos uno, no somos cien,
pinche Milenio, cuéntanos bien!” o, “¡Pueblo, amigo, Televisa
es tu enemigo!” o, “¡No somos porros, somos estudiantes!” o,
“¡Voto informado, jamás manipulado!” o, “¡Soy nini: ni veo
Televisa ni votaré por Peña Nieto” o, “¡Televisa, escucha, la
prole está en la lucha!” o, ¡“La prole luchando, también está
informando!” o una en forma de estribillo que sonó a lo largo de
la marcha: “Hay que estudiar, / hay que estudiar, / el que no
estudie como Peña va a acabar”...
Conocedora
del movimiento nacional, llamado también Primavera mexicana –gracias
a la cobertura que han recibido tras su exigencia–, la gente oyó
con atención y entusiasmo los gritos de los chicos conforme se iban
acercando al centro de la ciudad. Sobre todo cuando vieron que
quienes venían arengando eran chicos como los suyos, como los que
salen todos los días de sus casas para irse a la escuela y cuando se
percataron que una muchachita de apenas unos 18 años cumplidos,
aniñada y flaquita, traía un altoparlante colgado a su espalda y
que las venas de su garganta se le hinchaban al gritar “¡Peña,
asesino, que mataste campesinos!”.
La
gente de Chilpancingo, tan harta de las manifestaciones de
profesores, campesinos y normalistas no había visto algo así y lo
demostraron. En la entrada del paso a desnivel decenas se agolpaban
para ver pasar al movimiento #Yo soy 132, como si en efecto se
tratase de una caravana o una cabalgata. Y los chicos se dejaron
querer. Precisamente acá dentro, dentro del paso a desnivel
construido (de seguro) cuando muchos de ellos todavía ni nacían,
los gritos sonaron más fuerte; estremecieron de pronto la tierra y
brincaron y corrieron en una algarabía que alcanzó a todos. A
todos. Desde la avenida Guerrero, hasta el andador Zapata por el que
pasaron haciéndole un guiño a los preparatorianos de las prepas uno
y nueve de la UAG, sin edad, aún, para votar y que echaban novio en
la alameda central. Aun el zócalo de Chilpancingo, donde hicieron un
improvisado mitin, les prestó la atención que el momento requería.
Fue
la misma chica aniñada y flaquita la que abrió los discursos. Su
discurso improvisado y nuevo, fresco, sin acento de oradora ni con
aires de política, atrajo la atención de todos cuantos estaban
dispersos en la explanada de la plaza cívica cuando recién habían
llegado. Trepada en la jardinera que está al costado izquierdo de la
estatua de José María Morelos y Pavón, dijo que querían libertad
de expresión y derecho a la información imparcial y no manipulada.
Los demás la secundaron con la mano alzada. Luego intervinieron
otros que quisieron oírse como políticos pero que fueron ignorados,
en algunos casos callados con un par de “¡Fuera grillos! ¡Fuera
grillos!” u opacados con Gimme
tha power
de Molotov que coreaban como himno cuatro muchachitas desde abajo.
El
otro himno, el himno cuya letra se canta: “Mas si osare un extraño
enemigo, / profanar con sus plantas tu suelo...” fue entonado al
cierre del acto con nueva convocatoria para el 10 de junio.
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