Hasta el final, el desprecio del gobernador de Guerrero a la prensa libre


David Espino
[La foto es de Pedro Pardo]
El periodismo no es blando,
como no es tersa la política.
Julio Scherer

Si hubo un tema en el cual el gobernador Zeferino Torreblanca Galindo mantuvo un doble lenguaje ese fue en el asunto de la relación de su gobierno con la prensa. De principio a fin. Cuando era candidato se reunió con dueños de medios informativos de Chilpancingo y éstos le reclamaron su trato preferencial al periódico El Sur cuando fue alcalde de Acapulco; por supuesto el director de este diario no estuvo en la reunión. Entonces Torreblanca prometió un trato equitativo con todos los medios informativos del estado; pero nada, mintió.

En su gobierno Torreblanca tuvo a sus medios consentidos, a sus columnistas consentidos, a sus reporteros consentidos. A los otros, a los que lo criticaron los excluyó, los soslayó. Igual que con el PRI. El poder sólo cambió de máscara. Torreblanca y sus jefes de prensa concibieron el poder como una forma de servirse, y los medios debían servirle a él. No criticar al jerarca, no publicar una foto que lo desfavoreciera, no hacer un comentario o una caricatura que lo ridiculizara. La libertad de prensa en el sexenio de Torreblanca se ejerció sí, pero quienes hicieron uso pleno de esta garantía fueron sancionados, boicoteados por el gobernador y sus colaboradores.

La sacudida al arbolito

Recién iniciaba su administración, cuando Torreblanca anunció que aquellos periodistas que recibían compensaciones del gobierno vía la Dirección de Comunicación Social serían sacados de la nómina, indebido el pago como el cobro de dinero que no se devengaba. Ni uno, nadie, tendría por qué estar cobrando en oficinas oficiales. Dijo: “sacudiré el arbolito”. Pero igual, volvió a mentir.

Torreblanca desapareció el festejo inventado por el PRI el 7 de junio. El rito de la prensa hacia el poder y del poder hacia los dueños de los medios, el mandatario en turno sentado a la diestra y siniestra de los más influyentes, o de sus amigos. Desapareció el certamen de periodismo Ignacio Manual Altamirano, repartido más de una vez a los periodistas cercanos al gobierno.

A la sección 17 del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa, les dejó de pagar la renta de la oficina en que operaba, donde se hacían conferencias de prensa y sus agremiados redactaban. El gasto del teléfono, del salario de su secretaria dejó de fluir también como durante muchos años fue, y dijo que como todo sindicato debía vivir de las cuotas de sus agremiados. Nada más cierto. Acostumbrado como estaba de recibir subsidios de los gobiernos priístas, el SNRP no pudo sostener sus oficinas y cambió su sede a un predio donado por el ayuntamiento de Chilpancingo. Priísta.

El divorcio se mantuvo los seis años, con un breve acercamiento cuando el dirigente Salomón Cruz Gallardo, lo invitó a sus oficinas y el gobernador, cuando vio las instalaciones, les hizo llegar una sala de estar negra, de piel. Algo digno pues. Cruz Gallardo fue duramente criticado, pero criticado por quienes igual se han servido de ser reporteros para obtener favores del poder.

En su limpia anunciada con bastante anticipación, aun antes de asumir el poder, a Torreblanca se le olvidó desaparecer el Fondo de Apoyo a los Periodistas, un programa oficial instituido por el gobierno de Francisco Ruiz Massieu, mediante el cual los reporteros agremiados pueden acceder a préstamos económicos, becas para sus hijos, vivienda, salud y todas las prestaciones sociales que las empresas empleadoras tienen la obligación de dar a sus trabajadores. Un chayote institucionalizado, con dinero público, ante dueños de periódicos complacidos por ver que sus ganancias no se reducirían en concesiones laborales. 200 afiliados se mantenían hasta 2008, tres años después de haber llegado Torreblanca al poder Ejecutivo.

Además, no tardó en instituir nuevas formas, las de él, de cooptación, de presión y de chantaje.

Mantuvo los primeros meses de su gobierno a César Bajos Valverde como director de Comunicación Social, el mismo que como jefe de prensa del ex gobernador René Juárez Cisneros llamó personalmente a los directores de los periódicos para que durante la contienda electoral que libraba Torreblanca contra Héctor Astudillo Flores, no se difundiera la información que generaba el candidato perredista.

Ratificado, Bajos hizo una elección facciosa de los medios a los que el gobierno recién llegado debía premiar con convenios publicitarios: Novedades, El Sol de Acapulco, Diario 17, Vértice, El Diario de Guerrero, Diario 21, El Despertar de la Costa... A todos uniformó con los boletines y las fotos de ocho columnas del gobernador entregando recursos, el gobernador inaugurando una obra, el gobernador presidiendo algún acto con el Presidente. El gobernador sonriente, siempre con la mejor pose. Hasta guapo. Las mismas prácticas del viejo régimen en un gobierno que ofreció cambiar de fondo los viejos vicios y anacrónicas formas de concebir y hacer política.

La sentencia de que sacudiría el arbolito en el que estaban trepados cientos de periodistas sólo la llevó a cabo parcialmente. Temporalmente si acaso. En enero de 2006, a menos de un año que había llegado a Casa Guerrero dio muestras que sería un mandatario moderno. Daría embutes sí, pero a su estilo. Entonces repartió a reporteros de Acapulco y Chilpancingo dinero electrónico en tarjetas que según publicó el periódico El Sur las cantidades oscilaron entre los 5 mil y los 15 mil pesos, según el medio y el periódico para el que trabajaban.

Torreblaca aceptó que había dado el regalo y lo justificó. Dijo que era un obsequio por Navidad y que no se trataba de dádivas porque su gobierno no las repartía. Y aunque respondió iracundo, como siempre respondió ante su carencia de oficio político, estos regalos y los pagos en nómina a periodistas ligados al nuevo grupo en el poder se hicieron comunes. Entonces vinieron regalos más caros. El enganche para un automóvil de 50 mil pesos a un grupo de al menos 10 reporteros. Un ofrecimiento para entregar casas de beneficio social aunque sólo quedó en anuncio. Comidas cerradas con sus allegados. Invitaciones a festejos celebrados en la residencia oficial Casa Guerrero con acceso restringido. Es decir, el mismo trato selectivamente especial para quienes comulgaron con sus formas, con su estilo y sus gastos de dispendio. Para la prensa que siempre, durante los seis años, lo aplaudió.

Los pleitos casados

Me saludas a tu tío Félix Salgado” (el director de La Jornada Guerrero), le dijo el gobernador al corresponsal del diario Reforma, Jesús Guerrero Salgado y éste respondió con una mueca de desaprobación.

¿Ah, que no es tu tío? –insistió en su sorna el mandatario y Guerrero le reviró con una pregunta de interés periodístico, que es para lo que se le había acercado cuando salía de un acto en el Tribunal Superior de Justicia, en el centro de Chilpancingo.

El episodio fue una muestra del desprecio –la animadversión, por decir menos– con el que Torreblanca siempre se dirigió a los periodistas y los medios incómodos. A La Jornada Guerrero la mantuvo cabizbaja, controlada, por un prometido convenio que nunca le dio. Si había una nota, una foto, una caricatura que no le pareciera al director de comunicación social nombrado después de Bajos Valverde, Manuel Nava García, llamaba de inmediato al editor responsable para reclamar. Restregaba con gusto la petición de un convenio publicitario, “así menos querrá el gobernador” diría, y los directivos se tronaban los dedos.

Con Salgado Macedonio nunca, en su faceta de político-alcalde de Acapulco tuvo una relación cordial. Como director y socio de la franquicia del diario La Jornada Guerrero menos. Salgado se había comprometido con los directivos de Desarrollo de Medios, la empresa propietaria de los derechos intelectuales del periódico, a destrabar el convenio con el gobierno de Guerrero antes de diciembre de 2009, pero no pudo. Es más, Torreblanca ni lo recibió. La Jornada Guerrero navega con ocho páginas, y su rotativa, orgullo de quienes fundaron este medio en el estado, se regresó a la ciudad de México, ante la imposibilidad de mantener una elevada nómina.

La expresión de Torreblanca hacia Salgado Macedonio, referida a Jesús Guerrero cuando salía del acto en el Tribunal Superior de Justicia fue de pura burla. Fue el trato hacia quienes el gobernador consideró menos.

Pero de todas sus fobias, no hubo una más grande que su fobia contra el periódico El Sur. El hermano de Torreblanca tiene demandados a cinco reporteros y ex reporteros de este medio luego que en un trabajo periodístico publicado el 5 de junio de 2007, empresarios de la construcción señalaron a Alberto Torreblanca Galindo de ser socio de la empresa Corporación Constructora Analú, que recibió de la Secretaría de Educación de Guerrero un contrato de adjudicación directa por 18 millones de pesos para obras de reparación y mantenimiento en escuelas.

Torreblanca dijo que su gobierno sabría responder ante lo que llamó un infundió y su hermano hasta la vez mantiene su demanda por 10 millones de pesos por daño moral. No se sabe en qué momento se rompió el trato cordial y comercial que El Sur siempre mantuvo con Zeferino Torreblanca cuando fue alcalde de Acapulco, pero se notó en la estridencia de las declaraciones del mandatario hacia el medio y sus directivos, en especial hacia el director general, Juan Angulo Osorio.

El último capítulo de un pleito casado, que duró seis años, de principio a fin, fue el que dio cuenta el diario en su editorial del 24 de marzo, donde hace referencia a toda la serie de expresiones a las que ha incurrido el mandatario contra el periódico. Lo ha llamado –expresa en su editorial– “trasnochado”, “faccioso”, “promotor del desastre” y “abonero del pesimismo”, asimismo lo acusó de emprender una campaña de críticas a su gobierno porque éste no le cumplió con un convenio mensual de 800 mil pesos que el diario exigía. El Sur lo negó; explicó, por primera vez, que Torreblanca pidió modificar su línea editorial a cambio de mantener el convenio publicitario que ya se había pactado y lo rechazaron. Entonces vinieron los ataques.

El caso de El Sur a cuya redacción en Acapulco atacaron con armas de fuego en noviembre pasado, y que finalmente fue cerrada por amenazas de muerte recibida este 25 de marzo, es el ejemplo más ilustrativo sobre la relación de Torreblanca con la prensa en Guerrero. Sobre la política de medios y el uso selectivo de dinero público para este rubro que mantuvo en su gobierno, y sobre su concepción de lo que debe ser el respeto a la libertad de expresión y el derecho a la información.

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