Cuando los periodistas marchan

crónica [gonzo] de la protesta en Guerrero por el asesinato de Regina

[David Espino]

Y de pronto muchos estamos perturbados por la pompa del acto del 3 de mayo. ¿Qué hace un atril con el logo del gobierno municipal de Chilpancingo en un acto de protesta por el asesinato de la reportera de la revista Proceso Regina Martínez? Lo pienso y se lo pregunto a Tino Gatica, reportero desde hace muchos años, miembro del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa (SNRP) y, en esta ocasión, parte de la logística del acto.
Es que el ayuntamiento nos lo prestó –me dice–; pero lo vamos a cubrir.
Entonces llega una señora –­después se sabe que es la esposa del secretario general del SNRP, Salomón Cruz Gallardo– con un papel impreso en computadora con el logotipo del sindicato. Le pregunta a Tino si lo coloca, éste asienta y ella entretapa con la hoja el escudo del municipio de Chilpancingo. Cuando lo coloca pienso en lo bien que ese cuadro puede representar la relación de algunos miembros de la prensa con el poder público. Una relación vergonzante, de favores a la vista de todos, que se quiere ocultar, sin conseguirlo.
Para quienes venimos a una protesta, indignados, temerosos; para quienes le hemos dado cobertura a la narcoviolencia y luego caminado con miedo después de escribir la crónica, el reportaje o haber hecho una entrevista a un capo del narco, ver cómo llegaban los funcionarios municipales y sus jefes de prensa sólo para tomarse la foto fue no sólo decepcionante, sino motivo de enojo.
Lo bueno es que cuando le tocó hablar, la reportera Vania Pigeonutt puso los puntos sobre las íes y avergonzó (y evidenció) a los funcionarios que seguramente ni sabían que el acto para el que fueron invitados por el SNRP no era para festejar el Día Mundial de la Libertad Prensa sino para protestar precisamente en este día por el asesinato de Regina Martínez.
No debemos de sentirnos orgullosos de estar rodeados de funcionarios… –reclamó exaltada la reportera. Los funcionarios voltearon la vista incómodos.
Quienes estuvimos en desacuerdo nos apartamos del protocolo del acto oficial para hablar lo que en efecto nos preocupa: la violencia cotidiana que ha dejado un rastro de luto y dolor y de la inseguridad de ejercer este oficio en medio del mayor de los riesgos. Hasta donde la mayoría de los reporteros estábamos –incluso quienes por encargos de sus medios harían la nota– se oía la perorata de los participantes. Tibias palabras de condena ante funcionarios que nada saben y menos pueden hacer respecto a dar garantías de seguridad para trabajar no sólo a los periodistas sino a todos los ciudadanos.
Se escuchó ciertamente el nombre de Regina Martínez, pero su nombre no fue único, se mezcló su asesinato con casos no esclarecidos de gente que incursionó en el periodismo pero que luego les ganó el interés por el dinero y que acabaron muertos, viles sus asesinatos también, condenables porque nadie merece ser asesinado, pero cuyos nombres nada tenían que venir a hacer en un acto que si congregó a más de 50 reporteros fue sobre todo por el espanto, la indignación y el coraje de saber muerta a una colega cuya mayor parte de su vida fue practicar un periodismo honesto y serio.
Regina Martínez fue asesinada en Veracruz el sábado 28 de abril. Su cuerpo fue hallado en su casa con signos de haber sido torturada y estrangulada. Regina fue una reportera que ejerció su oficio en un ambiente de hostilidad permanente, denunció Proceso en su página web, el día que se conoció la noticia. Y en CNN, en el programa de Carmen Aristegui, el reportero de la revista, Jorge Carrasco, reforzó lo escrito por su medio. Aristegui entrevistó a Carrasco y a Darío Ramírez, director general de Artículo 19, quien además, documentó que desde el 2000 se tienen registrados 67 asesinatos contra periodistas en México.

Al final, apretones de manos. Fotos. Condescendencia chapada a la antigua.

Luego la protesta. El verdadero motivo de la concentración.
Salimos de la plazuela de la Libertad de Expresión con toda la indignación en el pecho, asustados, con pancartas que expresaban ese miedo y ese dolor de quien ha perdido a un ser querido y con la zozobra de que cualquiera pudiera ser el próximo. Serían las 11:30 del 3 de mayo. El inició fue tímido. Los que íbamos en la primera columna pensamos de pronto que si acaso era un marcha en silencio, con sólo el grito estampado de las mantas y de las pancartas en repudio del homicidio de la colega veracruzana y en exigencia de su esclarecimiento. Pero no. Conforme fuimos avanzando las consignas también empezaron a salir de nuestros pechos indignados.
¿Qué quieren los periodistas? –gritaba quien fuera con tal del ser secundado, como en efecto ocurrió:
¡Justicia! –se escuchó el grito de respuesta de todos.
¡No se oye!
¡Justicia! –retumbaba más fuerte.
¡Muchas veces!
¡Justicia! ¡justicia! ¡justicia!
El camino que muchos hemos recorrido cubriendo las marchas de los profesores, los campesinos, los estudiantes normalistas, o de los políticos, ahora se tuvo que recorrer como protagonistas de la indignación, bajo las miradas recelosas de los automovilistas apresurados y de los transportistas que trataban de ganarnos el paso. Como ocurrió cuando llegamos al monumento a las Banderas, donde confluyen las avenidas Juan Ruiz de Alarcón y Lázaro Cárdenas, y que ni siquiera un agente de Tránsito pudo controlar para que no aceleraran la marcha.
La seriedad, el luto que la ocasión ameritaba, se rompió de pronto por colegas que siempre buscan hacer de las cosas serias un día de campo, como su trabajo, y en el pase de lista que generalmente se responde con un “¡uuuuuleeerooooo!”, después de mencionar algún nombre de político, como en este caso ocurrió con el gobernador Ángel Aguirre Rivero, su jefe de prensa, Pedro Julio Valdez Vilchis, y el secretario de Gobierno, Humberto Salgado Gómez. Aunque luego se rompió en carcajada cuando se mencionó a más de un ex colega que prefirió meterse a la política y que, bajo esa lógica, merecía su respectivo “ulero”.

Conforme nos acercábamos al Congreso local, el que más gritaba para ser secundado por el coro de periodistas lanzó la consigna propia de toda marcha. Imprescindible.
¡Ya vamos llegando y el Congreso está temblando!
¡Ya vamos llegando y el Congreso está temblando! –repetíamos todos. Algo de lo que, sin embargo, no todos estábamos de acuerdo.
Esos cabrones han de estar comiendo –dijo el vecino de atrás y muchos rieron por lo acertado de la ocurrencia.
Para entonces el asfalto estaba tan caliente que daba la sensación de pegarse a la suela de los zapatos, como chicle derretido por el sol.
Luego otra consigna que puso ceñudos incluso a los guardias, que en general tratan de ser respetuosos con los reporteros.
¡Esos son, esos son, los que chingan la nación!
Varias repeticiones después la PGR nos esperaba.

Acá, en la delegación de la instancia federal, resultó que ya éramos más de los que iniciamos la marcha en la plazuela de la Libertad de Expresión. Se habían sumados algunos colegas que estaban en el Congreso y que no se dieron por convocados para hacer la protesta hasta que la vieron llegar. Los empleados de la PGR ni se inmutaron, muchos aún almorzaban en las fondas de los alrededores cuando entramos sin aviso de por medio a la explanada de las instalaciones. Fue un acto simbólico porque nadie salió para preguntar qué queríamos o si sería necesario hablar con el delegado o algún representante.
Salomón Cruz encabezó un breve mitin y fue cuando se cerraron las puertas de la PGR. Era la foto para muchos fotoreporteros. Los periodistas protestando por el esclarecimiento del asesinato de Regina ante la instancia que atrajo el caso en el ámbito federal. 10 minutos a lo sumo duró nuestra permanencia.
A las 12:59, casi llegando al palacio de gobierno, un aviso de correo electrónico sonó en mi celular. Era de la colega del Distrito Federal y también reportera de Proceso, Marcela Turati. El correo venía titulado así: “Nuevo SOS para Veracruz”, y en él alertaba sobre la muerte de dos fotoperiodistas que el mismo sábado que mataron a Regina fueron levantados y cuyos cuerpos habían sido hallados mutilados.
Aquí unos extractos del mail:
Estimados todos,
Como ya saben, el sábado fue encontrada sin vida nuestra compañera Regina Martínez, corresponsal de la revista Proceso en Veracruz, una mujer honesta, valiente, investigadora nata que murió asesinada. Hoy se confirma que dos fotoperiodistas que ayer desaparecieron hoy fueron encontrados asesinados. (Unas notas hablan de que son más, que también fue asesinado un reportero y su esposa).
Nos han llegado mensajes de colegas de ese estado preguntando si podemos conseguirles atención psicológica; igualito ocurrió el año pasado cuando iban 3 asesinatos. También ya comenzó a registrarse que algunos periodistas por miedo han optado por huir.
La situación es gravísima en Veracruz y necesitamos pensarle qué podemos hacer.
Por lo pronto les mando un documento que contiene testimonios de 5 periodistas de ese estado que, bajo el anonimato, comenzaban a alertar lo que se estaba viviendo.
Saludos,
Marcela”.

Con esta nueva noticia, con la confirmación del triple asesinato de periodistas, Regina Martínez y los fotógrafos Guillermo Luna y Gabriel Huge, lo que se pudiera decir frente al palacio de gobierno, donde terminó la marcha, estaba de más.

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